



Resultado: una cuadra reluciente, sin olores y con el perfume de la militancia brotando de los adoquines. Los vecinos retribuyeron con scones recién horneados, sonrisas de incredulidad y estímulo para que se repita. Va a estar buena nuestra cuadra, pero en este caso va en serio.Queda pendiente el encalado de los árboles, el pintado de las chapas que revisten el puente sobre las vías y el emparejamiento de las veredas.
Buena suerte y más que suerte sin alarma, para que los vecinos vengan corriendo a ver lo que escribe en su pared La Cámpora de su calle: con militancia, mística y compromiso, el pasaje Parral dejó de ser tierra de nadie para empezar a parecerse a un lugar digno de ser vivido.


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